Sirenas de barcos, gaviotas y el eco del mar para dar paso a un café habanero, el Sonerías. Con su orquesta cubana dejando resbalar los boleros, su barra a media luz, lámparas y ventiladores que penden del techo y las mesas vacías. Por el patio de butacas, maletas y guitarras en mano, llega un grupo de gitanos andaluces.
Con un punto de partida basado en la propia experiencia de Farruquito en su última gira, los ingredientes están a la vista. El resultado de las distintas combinaciones se solventa con mayor o menor fortuna en un ejercicio de fusión que aleja al bailaor sevillano de una imagen escénica ligada a la ortodoxia.
Por soleá, Farruquito trazó pinceladas del baile que guarda en sus tacones y en la explosión del puño. Con esas estampidas cargadas de calidades físicas, rematando en su momento, equilibrado, pero breve.
Si algo juega en contra de su nueva propuesta individual, es que ha estado tanto en la picota, que lo conocemos de memoria, retenemos sus bailes en el recuerdo, y ayer en La Habana estuvo demasiado breve en el único baile que propuso de frente.
Lo llamativo fue que con la guajira llegase el caos. Virajes insólitos hacía la música más radiable, colisiones entre el cuerpo de baile, idas y venidas a la barra que acentuaban la desconexión entre los intérpretes del desaguisado, y un desnivel excesivo entre la propuesta musical y la bailada.
Farruquito, guitarra en mano, formuló una suerte de canción ligera con ciertos portes cubanos en lo rítmico.
El taranto supuso la culminación de la calamidad. Una salida explosiva y letras deshabitadas de baile. En ninguna ocasión funcionaron las mudanzas musicales, lo cual sumado al nefasto sonido de toda la velada dio como fruto un embrollo de proporciones considerables. Comentaban dos devotos a mi lado con deleite, "Esto suena a los chunguitos, primo".
Las sevillanas flamencas vinieron a suavizar ligeramente el dislate. Farruquito ejecutó cada letra con una bailaora y un elemento. La primera con mantón, la segunda con bastón, la tercera con bata de cola y la cuarta con castañuelas. El cierre sin embargo, con el cuerpo de baile al completo en escena, certificó la imagen de musical de flamenco ligero que llevaba apuntando el espectáculo desde su raíz.
Para las postrimerías una propuesta de canción por rumbas-tangos, con la sana intención de amalgamar ambas orillas, pero más cercana a una canción concebida para la radio-fórmula, en la que se animaba la platea a tocar las palmas. El cierre, de extraño, pescó distraído al más incondicional.
Tras los aplausos, un fin de fiesta por bulerías, donde el bailaor se aventuró cantando una letra, lejos del micrófono eso sí, y la compañía de nuevo acabó desfilando por el patio tal y como llegó.
Desmerecer la valía de Farruquito como bailaor sería de necios, estamos ante uno de los bailaores mas rutilantes de nuestro tiempo. Acaso el que más pasiones suscita y de los pocos en la actualidad que han creado tendencia tanto dentro como fuera del baile.
Su labor como músico la debe juzgar el criterio de cada aficionado, para gustos colores.
Pero ni en "Puro" ni en este "Sonerías" ha colmado las expectativas que en él se habían depositado como máximo responsable de la propuesta que lo lleva al escenario.
"Sonerías" adolece de una partitura musical coherente, tiene en la sobreactuación un enemigo interno y padece un minutaje insuficiente de baile por parte de su protagonista.
Quien quiera ver bailar a Farruquito no se verá colmado con este montaje.
Farruquito bailaor si. Farruquito director, por el momento no.
Ficha:
Farruquito.
Guitarras- Román Vicenti y Antonio Rey.
Cante- Pedro Heredia "El Granaíno", Antonio Zuñiga, Fabiola Pérez y Mara Rey.
Baile- Irene Bazzini "La Sentío", Salomé Ramirez, Gema Moneo y Saray Cortés.
Percusión flamenca- Isidro Suarez.
Percusión cubana- Antonio Moreno "Pollito".
Bajo y tes cubano- Alain Pérez
Piano- Jaime Calabuig "Jumitus".
Cantante- Moncho.
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