No un diálogo vacío, sino un diálogo que lleva al flamenco al terreno de lo contemporáneo, que lleva a lo contemporáneo a la búsqueda de sus raíces, que propone debates entre religiones y que cuestiona las formas establecidas, tanto social como escenicamente.
Un diálogo, que nace de la separación de los dos bailarines en dos enormes telas que les impiden el contacto físico pero no la intención de relacionarse.
Acompañados de violín y piano María y Sidi conversan sobre la ruptura de fronteras personales como punto de partida.
El cuerpo de María es pura curva, mientras Sidi se expone con formas más recias, en un paso a dos que marca el devenir del espectáculo.
La sombra del bailarín se agranda sobre una de las dunas y como una sombra titiritera maneja el baile de María. Y repentinamente, por arte de magia, arena en las dunas. María baila y Sidi dibuja el movimiento que sus brazos lanzan, María baila y Sidi dibuja sus formas, dibuja un árbol, una manzana, un sol y una cruz...
Y María baila y Sidi propone, sobre la arena, interrogantes sobre las culturas y religiones. Poesía escénica.
La soleá se canta con voces árabes, para que sólo las manos de Sidi la danzen.
María aparece tras tres dunas, sólo una oscura silueta mientras que la tabla y el sitar enmarcan el cuadro que las tonás van dibujando, el cuadro que el canto sufí va coloreando.
En el horizonte tras la ultima duna, la silueta de Sidi desaparece para que dos sombras enfrentadas del bailarín confluyan y luchen, no hay proyecciones, es luz y magia.
Cuando la noche cae sobre la escena los lenguajes viran y se transforman. Primero en un paso a dos por tangos donde el cuerpo de María pasa a ser la piedra y el de Sidi la ola.
El flamenco llega de los palillos a la seguiriya, con la bailaora transformada en nervio. Un nervio que cambia al bailarín de nivel y lo lleva al suelo, allí por soleá María lo castiga desde la altura mientras que Sidi acompasado y con el flamenco interiorizado, baila formas imposibles.
La aurora nos devuelve a la duna, como un embrión que acoge a Sidi y que tras expulsarlo se escapa volando. Duna que el bailarín transforma en un muñeco y que María a su vez convierte en un mantón de arena. Dunas que unen las cinturas siamesas de ambos para que el cuerpo enterrado se apague.
Todo el trabajo escénico es sobresaliente, luz, composición musical, transiciones y partitura dramática. No hay un solo pero que ponerle. María Pagés y Sidi Larbi Cherkaoui nos ofrecieron ayer la posibilidad de contemplar una obra de arte. Uno de esos montajes en los que uno piensa que no importa el esfuerzo económico que se haya realizado, está mas que justificado. El trabajo que hay detrás de "Dunas" es tan exhaustivo que no han dejado ni un resquicio a la imperfección. Una joya.
Hoy, mis compañeros de la crítica volverán a hablar de que es un bello espectáculo de danza, pero no una propuesta para la Bienal de Flamenco, como ya ocurriese el día de Rocío Molina. Y quizás tengan razón. Pero un servidor quiere ver este espectáculo en la Maestranza y en la Bienal de Flamenco de Sevilla.
Creo que María Pagés es una de las figuras más representativas de nuestro arte a nivel mundial y Sidi Larbi Cherkaoui lo es en la danza contemporánea. Y la Bienal debe tenerlos en cartel.
Lo mismo opino de Carlos Marquerie y Rocío Molina y lo mismo opinaría si hubiesen tocado Tomatito y Michel Camilo o si Paco de Lucía hubiese actuado con Chick Corea.
Que un referente de la danza a nivel internacional profundice en el flamenco es razón más que suficiente para que este montaje se programe en Bienal. Que lo haga de la mano de María Pagés es una razón definitiva.
Ficha:
María Pagés, Sidi Larbi Cherkaoui.
Piano- Barbara Drazkowska.
Cante- Ismael De La Rosa.
Voz árabe- Mohammed El Arabi-Serghini.
Guitarra- Fyty Carillo.
Violín- David Moñiz.
Percusión-Chema Uriarte.
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