miércoles, 30 de marzo de 2011

Compañía Joaquín Grilo. Leyenda personal. Martes 29 de Marzo. Flamenco Viene del Sur. Teatro Central. Sevilla.


Joaquín Grilo va adquiriendo notabilidad con el paso de los años, se erige en una primera figura dentro del imaginario flamenco y cada paso que da lo afianza en su posición. La autoexploración que realiza en esta Leyenda personal lo lleva desde el útero materno  hasta el momento actual. Un camino que se encarga de ir descubriéndonos a base de baile, mil formas de baile, expresión corporal pura, en toda su amplitud.
La voz de Enrique Morente y las cuerdas de Vicente Amigo iluminaba la escena con Erase una vez un barquito de papel. El homenaje al maestro granadino servía para que Joaquín se transportase de un álbum de fotografías al nacimiento y a un tremendo número de marioneta a compás de soleá. Exquisito trabajo de pies y brazos para desligarse de las ataduras, para simbolizar una lucha por la libertad creativa.
Tras jugar a pulsar el tiempo como un reloj, el jerezano se lanzó a descomponerse por tientos, con una expresividad casi espasmódica. Un ejercicio cercano a la desmembración de las estructuras formales del baile.
Carmen Grilo vino a arrullar a su hermano por soleá y a alentarlo por bulerías. Joaquín respondió en un amasijo de estilos, pasó de la rectitud más ortodoxa a formas embriagadas, y todavía tuvo tiempo y sentido para bailar la letra que le interpretaba su hermana. Precisamente en un momento, el actual, donde parece que bailar las palabras que se cantan carece de importancia.
José Valencia dio un paso adelante, como ya viene siendo una afortunada costumbre. Armó una seguiriya monumental y el bailaor  le replicó con matón negro en una coreografía de tintes fúnebres. Los cambios de velocidad imprimidos por Paquito Gonzalez llevaron el vertigo al baile. El cante se le escapaba a borbotones a José de la garganta en un delirio imparable. El protagonista, tras una espectacular escobilla, despidió al cantaor con una reverencia, consciente de la colosal aportación del genio de Lebrija.

Joaquín se tomó un respiro y dejó a músicos y cantaores en escena interpretando un fandango, que de no ser por la interesante aportación de José Ángel Carmona a la mandola hubiese sido absolutamente prescindible.
Tras la pausa, la guasa se disparó por cantiñas. Valencia volvió a mostrase enorme y de la más pura socarronería pasamos a una velocidad endiablada y a un remate que acabó de conquistar a la platea. Los aplausos, sin pausa, casi no dejaron al grupo continuar hacia el final del espectáculo. Fin de fiesta con un Joaquín Grilo desbocado, marcando pasos y dejando hilos invisibles que articulaban los silencios hacia los remates.
El espectáculo acabó de la misma manera en que comenzó, en una álbum de fotos.
En el aspecto escénico hay que destacar un brillante trabajo de luces que en todo momento dotó de sentido al baile. Y sobre todo una dramaturgia concebida para que Joaquín se expusiera  a su propio deleite.
Para finalizar quisiera destacar, algo que no se hace muy a menudo, el tremendo trabajo de Paquito Gonzalez a la percusión. Un trabajo que rayó la perfección y que fue soporte para el cuerpo de Grilo en todo momento, una forma de tocar y rematar con precisión y genio sin hacer ruido.
Joaquín acertó en todo, nos dejó un trabajo redondo que viene a demostrar su talla como creador y bailaor. Una talla que roza la excelencia y que está cargada de una personalidad indiscutible.



Ficha:

Baile:
Joaquín Grilo.


Cante:
José Valencia.
Carmen Grilo.


Guitarra:
Juan Requena.


Bajo y mandolina:
José Ángel Carmona.


Percusión:
Paquito González.


Palmas:
Los Mellis.


Texto:
Javier Prieto.
Fotografía:
Ángela Gentil García.

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