miércoles, 11 de mayo de 2011

Rosario Toledo. Del primer paso. Flamenco Viene del Sur. Martes 10 de Mayo. Teatro Central. Sevilla.


Rosario Toledo atesora numerosas cualidades y calidades en su baile. Obviando, aunque no restando importancia, las calidades técnicas, Rosario sobresale ante todo por un sentido del humor contagioso, una forma de entender el movimiento casi exclusiva y ante todo por un fino sentido para pausar y acelerar el tiempo sobre el escenario.
Del primer paso progresó notablemente desde una íntima propuesta de apertura a un final por alegrías que rayó la perfección. La intimidad primera se disfrazó de bailarina clásica, de puntas, pliés y relevés. Rosario partió de su formación en danza clásica y española para descubrir el flamenco en el simbólico gesto de recoger unos zapatos que bajaban flotando desde el cielo. La irrupción de David Palomar puso guasa y voz a los destellos que la bailaora nos tenía preparados.
Fandangos, rondalla, tangos, trillas...
Sobre una banqueta, ocupando todo el espacio, bailando tan solo con las manos, con castañuelas, dando vuelo a la falda...
Rosario picó en todas partes y mostró la amplitud de registro que es capaz de abarcar.
Cuando le vino en gana, el espectáculo echó a andar. Eligió las seguiriyas  para tal propósito y la volatilidad del comienzo se tradujo en ligazón. Un cuerpo con tres cabezas, cuerdas, tacones y voz. El acoplamiento se remataba con arranques de furia en las falsetas y en la escobilla. Dani de Morón imprimía su sello a cada compás y la propuesta se elevaba a la categoría de espectáculo.

La soleá fue un compendio de virtudes. La guitarra y el baile doblaban tiempos mientras que Palomar permanecía inalterable anclado a la jondura del cante. El efecto de que todos estaban actuando pa´lante  tuvo aun mayor profundidad en cuanto decidieron ponerse a juguetear con las velocidades. El cante era capaz de pulsar el botón de pausa y retomar la letra casi mágicamente, la escobilla de bulerías terminó de  derribar cualquier prejuicio o desconfianza que pudiese quedar en la platea.
Palomar incrementó la apuesta en unas malagueñas de Fosforito el Viejo rematadas por el Mellizo, que anunciaban que lo que nos dejaban para el final iba a ser digno de contemplar. Dani llevó al cantaor en volandas, imprimiendo velocidad y reposo a sus falsetas.
El fin de fiesta, como no podía ser de otro modo, nos trajo a Rosario por alegrías. Todos los espectadores tendemos a idealizar la ejecución de los diferentes bailes en nuestras cabezas. Tenemos la imaginación fácil para determinar cómo nos gusta que se baile determinado palo o estilo. Palomar y Toledo escenificaron las reglas primordiales y  las formas esenciales que en mi imaginación  hacen de la alegría una alegría redonda. La bailaora no dio espacio a la estridencia. Se contoneó  como si fuese espuma, cargó de ironía la danza de la bata hasta el punto de conversar con ella y pedirle explicaciones por algunos movimientos. Nos sacó de sopetón una sonrisa que se quedó instalada en nuestros rostros hasta el final del espectáculo. David cantó las alegrías como sólo lo hace él en estos momentos. Insufló aires viñeros a las letras, zarandeó el ritmo sin miramientos y acabó bailándole a Rosario con toda la esencia de la bahía inundándole el cuerpo. Alegrías alegres. Alegrías de Cádiz.

Y con esa felicidad adherida al cuerpo nos marchamos del teatro. Un servidor, especialmente contento de haber disfrutado de la mejor versión de Rosario Toledo.


Ficha:

Baile:
Rosario Toledo.


Cante:
David Palomar.


Guitarra:
Dani de Morón.




Texto:
Javier Prieto.
Fotografía:
Ángela Gentil.

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