Dani fue el encargado de romper el hielo y lo hizo con una delicadeza sobrecogedora. El arranque pausado de Inmigración nos fue conduciendo lentamente hacia las tonalidades mayores, mientras el ritmo iba naciendo casi de forma espontánea hasta reivindicar el protagonismo. La tonalidad, de nuevo de forma muy fluida, fue variando y ocupando justo al final de la pieza el foco de atención.
Cambio de sentido nació de un trémolo generoso y fue buscando las formas rítmicas para acabar volviendo al trémolo final. Morón D.F. brilló como la reina del repertorio del guitarrista sevillano. Una seguiriya soberbia en la que Dani se arrancaba casi furioso para romper la fina obra de orfebrería flamenca que él mismo había cincelado. El frenesí suspendido en una sola nota, cadéncia y azotes de puro compás.
Para el final dejó la bulería Barrio C, en la que aunó momentos de melodías apacibles con un soniquete contagioso.
Alfredo Lagos por su parte exhibió una profundidad y una limpieza técnica que rayaron la perfección. En Rondecaña viajó del tajo rondeño al tono primitivo de la caña, como ilustra el nombre de la pieza. El continuo viaje entre un sonido personalísimo y un clasicismo que rayaba la ortodoxia, fue la constante de su recital.
Finalmente, Buletango nos trajó el compás de Santiago y la mixtura de palos una vez mas. Los cierres de compás nos hicieron contener la respiración y el recital personal concluyó.
Las 12 cuerdas se pulsaron finalmente al unísono entre el tres por cuatro y las amalgamas buleras, Pastora Galván ocupó el frontal del proscenio para elevar la actuación a un nivel diferente. Se exhibió entre la memoria bailaora de Triana y las formas "Galvanizadas" de la danza flamenca más actual. Un postre exquisito, quizás un poco escaso para un menú de auténtico lujo.
Ficha:
Guitarra:
Dani de Morón.
Alfredo Lagos.
Artista invitada:
Pastora Galván.
Texto:
Javier Prieto.
Fotografía:
Ángela Gentil.
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