martes, 28 de febrero de 2012

Israel Galván. La Curva. Lunes 27 de Febrero de 2012. XVI Festival de Jerez. Teatro Villmarta.

Fotografía: Javier Fergo
Que Israel Galván no deja a nadie indiferente es casi una obviedad a día de hoy. Su propuesta estética ha dejado de ser considerada polémica y es desde hace unos años una referencia y una realidad. Puede no gustar a algunos, pero no hay duda de que además de encandilar a medio mundo, ha cimentado el baile flamenco contemporáneo. Tiene tantos deudores en este mundo de lo jondo, que es difícil no encontrar su impronta en los bailaores noveles, y en los no tan noveles.
'La curva' trata de sacar el flamenco de su hábitat natural, según el propio Galván. Algo paradójico viniendo de un artista que ha hecho de esta premisa su marca de referencia. La búsqueda de un equilibrio entre el piano contemporáneo y el cante primitivo se deja ver en varias ocasiones durante los ochenta minutos de espectáculo, pero es el propio Galván el que arrastra a los demás en gran parte del montaje.
El lenguaje dramático tiene ese sello personal desde el minuto uno. Israel comienza lanzando al suelo una torre de sillas metálicas. Una de las tres torres de sillas que decoraban el escenario y funcionaban a la vez como referencia a lo que Vicente Escudero pretendiese presentar en París allá por el año 1924. Desde ese momento cada vez que se acercaba a una de las dos torres todavía en pie todo el teatro aguantaba la respiración esperando el estruendo. La relación del bailaor con todo lo que le rodeaba marcó absolutamente el sentido del espectáculo.
No hay nada que escape a su eje, a su intención física. Desde las citadas torres de sillas, a los músicos o el pandero que luce solitario sobre el centro de las tablas. Galván establece una conexión energética ya sea por acción o por omisión. Un trabajo direccional y un equilibrio corporal en relación a lo que le envuelve.
Fotografía: Javier Fergo
Tras una introducción maravillosa a cargo del piano de Sylvie Courvosier, Inés Bacán se encargaba de darle la réplica a compás de soleá. Las bulerías posteriores trajeron al Galván más cercano al flamenco ortodoxo -si puede llamarse así a su baile- y Bobote pulsó el tiempo para que el baile se jalease y arrancase los olés de la platea.
El bailaor sevillano se sumerge en los dos mundos que propone, entra y sale de ellos casi caprichosamente. Baila sobre la mesa, frente a la mesa, contra la mesa...
Se estiliza y se redondea al misma velocidad que se cubre con la chaqueta o afila el movimiento.
Las nanas de Inés Bacán llevan a Galván a bailar sobre el pandero y al pandero sobre una montaña de harina. Cada taconeo era una nube de polvo, un recurso que a un servidor lo llevó recordar aquel que utilizase Tom Waits en su gira de 'Mule Variations'. Una extraña referencia en cualquier artículo flamenco, pero que encaja perfectamente con la concepción armónica de Israel.
La nube de polvo fue creciendo cada vez más y el bailaor vestido de negro acabó enharinado de pies a cabeza. Mientras era capaz de entrevistarse a sí mismo o de permanecer completamente quieto en el centro de la escena durante unos minutos, mientras el piano desgarraba sonidos imposibles y nos llevaba a los rincones más vanguardistas.
El ejercicio de estilo se puede resumir esa letra de 'Los ejes de mi carreta', de Atahualpa Yupanquicon, que Inés Bacán concluía:
'Porque no engraso los ejes,
me llaman abandonao...
si a mí me gusta que suenen,
pa' qué los quiero engrasaos...
Es demasiado aburrido
seguir y seguir la huella,
andar y andar los caminos
sin nada que me entretenga...
Fotografía: Javier Fergo
No necesito silencio;
yo no tengo en qué pensar.
Tenia... pero hace tiempo...
¡ahora, ya no pienso más!
¡Los ejes de mi carreta
nunca los voy a engrasar!'


Ficha:
Baile y coreografía

Israel Galván.

Piano

Sylvie Coruvoisier.

Cante

Inés Bacán.

Compás

Bobote. 
Texto:Javier Prieto.
Publicado en La Voz de Jerez:
http://www.lavozdigital.es/jerez/v/20120228/jerez/curva-estilos-remotos-20120228.html







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