Fotografía: A.G.G. |
Cuando la luz de patio dejó de brillar la malagueña llenó el escenario con luz del baile. Se alejó de cuanto de ella se esperaba, incluyendo las referencias a la misma Vinática del año anterior. Rocío le tomó el pulso a todo lo que las mil críticas han escrito y narrado sobre ella. Tomó el pulso y desbarató los calificativos. Hubo cinematografía, danza contemporánea y frialdad como para congelar un desierto.
Al igual que defendí en la pasada Bienal, vivo convencido de que la frialdad de Rocío es absolutamente consciente. La usa a su antojo y alimenta con ella a la explosión de baile que se ha ido escondiendo y conteniendo. Trabaja en base al contraste físico y emocional para llevar las intensidad de arriba a abajo en un vertiginoso desafío. Y, como casi siempre, sale victoriosa del envite.
Fotografía: A.G.G. |
Rocío da palmas, taconea, se autoinflinge el castigo de los golpes sincopados, apabulla pandereta en mano, se mide en un mano a mano y pie a pie con un colosal Oruco...
Rocío se deja mecer por la guitarra de Trassierra y le pone filos a la redondez de sus melodías.
Y Rocío se emplea a fondo para fusionar la danza de su cuerpo con la del genial Jose Ángel Carmona al cante. Y en esta tesitura nos anduvimos moviendo la hora y pico que el Milagro quiso regalarnos. Un elenco de cuatro titanes fabricando un ejercicio de tensión y distensión, dejando que los vapores etílicos llevasen a cada cual allá donde debían.
A un servidor no le sirven los sesudos análisis que empapan a la bailaora de falta de calidez. Rocío va más allá del tópico, incluso del antitópico. Es junto con Israel Galván la vanguardia del arte jondo y busca donde ninguna bailaora se había atrevido a. posar los ojos y el alma.
Por si quedase alguna duda, la Molina tiene un gesto que la delata, un tic cerrando los puños,que profetiza que se ha cargado de genio, que la flamencura se le va a desbordar. Y si hace un año escaso, el gesto solo apareció en un par de momentos, en esta ocasión ocupó la expresión de la bailaora en infinitas ocasiones.
Contar que Rocío bordó cantiñas, bulerías o asombró por seguiriyas es un añadido. Rocío Molina se ha ganado por derecho propio provocar una sensación que tan sólo los genios son capaces de conseguir. El público va a verla a ella, a Rocío. No importa lo que baile ni lo que interprete. Rocío ya está por encima de la etiqueta que cada cual le quiera atribuir, sea flamenca, contemporánea o dramática.
Rocío Molina es una marca en si misma, una forma de arte inclasificable que solo admite su nombre y su apellido como etiqueta.
Baile: Rocío Molina.
Cante y mandola: Jose Ángel Carmona.
Guitarra: Eduardo Trassierra.
Palmas y compás: Jose Manuel Ramos El Oruco.
Texto: Javier Prieto.
Fotografía: Ángela Gentil.
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