viernes, 11 de mayo de 2012

Manuela Carrasco. Suspiro flamenco.Lunes, 23 abril 2012.Teatro Alhambra. Ciclo Flamenco viene del Sur


Fotografía: Antonio Conde.

No sería de recibo describir ni quién es Manuela Carrasco ni como es su baile; si lo hago es porque es parte de mi trabajo y es deber el reseñar su actuación en el teatro Alhambra de Granada. De sobra es conocida la soleá de Eva la Yerbabuena. Es el baile por soleá con toda la flamenquería que tiene la contemporaneidad de su baile. En Manuela la soleá toma un caliz distinto. Siendo las dos faraonas del baile por soleá, sus esencias distan estilísticamente un abismo. No es pretensión una comparativa entre ambas, pues no cabría de ninguna manera, pero si reseñar a las dos reinas del baile por soleá.
 Manuela guarda la esencia del baile de antaño, parado, mimético, depurado en el corte. Un esbozo de la herencia adquirida y vivida a lo largo de su dilatada carrera que plasma en su cuerpo y nos regala en cada gesto, en cada movimiento.
Fotografía: Antonio Conde.
'Suspiro flamenco' no es sino un reflejo de la madurez artística de la sevillana. Con Pepe de Pura al cante, junto a Luis Moneo y Emilio Molina desgrana su figura. La música la pusieron Joaquin Amador y Paco Iglesias, y el compás Jose Carrasco. Con bulerías abre el telón Manuela. Es otra forma de bailar. Sosegada, con remates aparentemente tímidos pero cargados de simbolismo.  En la caña que suena a continuación, es el cuerpo de baile el que se hace protagoniza. El Choro, Oscar de los Reyes y Rafael del Carmen. Un trío que a base de potencia controlada y coordinadas coreografías logra su objetivo. Cabe destacar el baile de El Choro. Es inquieto, confía en sus posibilidades y afronta cada espacio musical propio dotándolo de personalidad.
De ronda de fandangos al taranto de Manuela. El argumento es el mismo, aunque breve en el tiempo, que deja paso a los tangos de Choro y Oscar, que a su vez dejan el relevo a Rafael por alegrías de gran temperamento en sus gestos y en su cuerpo.
El fin de fiesta, lo coloca en la soleá. Es la soleá de Manuela. Con un trono por espectador la protagonista se ensalza, se gusta, se compone para descomponerse en cada letra del cante. Es la Manuela antológica que tanto gusta. Una inyección de flamenquería que, marcada a fuego en la retina. Deja el rastro que deja una quemadura, eso si, hecha baile. 

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