“Al compás de la sombra” y a la sombra del compás.
Barcelona 12 de Noviembre 2010
Justo antes de empezar a escribir esto, me digo:- ¡Se te va a ver el plumero! - Justo después de escribir la primera palabra, decido que ya que no quiero evitar que se me vea, mejor saco a pasear la boa de plumas rojas liada al cuello y os lo cuento como lo siento, que es, para mí, lo justo.
De compás...
Tras cosechar gran éxito de público y la aclamación de la critica especializada, procedente de la flamenca Comunidad Autónoma de Jerez de la Frontera y la ciudad de la “Gran Poma”(Nueva York) llega a Barcelona, al Centre Civic Besòs
situado en la Rambla Prim 87-89, “Al compás de la sombra”.
El mejor elenco nunca antes reunido, impagable ni con todos los yenes del Imperio del Sol naciente. 24 ARTISTAS 24 que en diecinueve estampas desvelan para nosotros los misterios de la sombra y de la luz. Provienen de todas las familias del universo flamenco y están aquí para mostrarnos un imponente espectáculo de formas, contrastes, color, equilibrio y la magia del movimiento perpetuo en la imagen estática. Instantes de eternidad robados a la vida a soniquete de clics, nunca mejor dicho, a tiempo. Mire “usté” qué cuadro; ¡Mire“usté”!: Al toque un grande, grande: Moraito. Al cante, Miguel Poveda, Antonio de la Malena, la Macanita y Enrique Soto. Al baile,”musho” baile: Ángela Españadero, Israel Galván, Olga Llorente, Mariano Bernal, Carmen Cortés, Mª del Mar Moreno, Rafael Amargo, La Lirio, Pastora Galván, Rocío Molina, El Farru, Eva La Yerbabuena. Al compás de lo que surge: Tía Juana la del Pipa, Sorderita, María la Coneja y Don Manuel Sr.Molina.
Al silencio: Fernando Terremoto. Todo bajo la dirección de la magistral cámara de Ana Palma, fotógrafa especializada en flamenco, bella mujer en toda la amplitud del término, catalana de Sabadell, “mu güena” artista, y mejor persona. Sí, estoy hablando de una exposición fotográfica, que a mi parecer tiene además, categoría de espectáculo escénico ya que cada una de las imágenes que la componen tiene el don de transformarme de mero observador a miembro de pleno derecho del patio de butacas.
Si es cierto algo que escuché en la barra de un bar en una noche de juerga y “grandes verdades se encierran en pequeños matices”, estas son fotografías de verdad y no por ser de papel y estar colgadas de las paredes, sino porque en cada detalle expresan una contundente realidad imposible de disfrazar o manipular. Sólo poniendo el alma se puede captar el alma. Como dijo Cartier-Bresson, “fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”. Tratándose de flamenco ese eje ha de estar en un permanente y respetuoso equilibrio en movimiento al servicio del ritmo, la armonía, la pausa, el pellizco, el gesto...a resumidas cuentas, del compás, que es ese latir que continúa sonando cuando todo lo demás se calla. La cámara es un instrumento más, que vive en y para lo que ahí sucede, además de encargarse de guardarlo todo en el mismo cofre. Aquí el objetivo está muy bien utilizado y más que cumplido. Éstas fotografías están hechas para ser sentidas, vividas con todos los sentidos, cada quién con los que tenga y algunas, de verdad, son para perder el “sentío”. Frente al reflejo vivo de identidades únicas me dejo llevar y es entonces cuando puedo escuchar unos pies que llaman a la madera vieja a unirse a la fiesta nueva y todo el Villamarta replica: ¡iénnn!. Suena una falseta que en el aire contenido en el pecho se sujeta, a la espera de ser estallido en la garganta. También puedo oír un murmullo rítmico y omnipresente, el ronco sonido del recuerdo. Incluso puedo escuchar el tic tac de un reloj de pulsera que me “re-cuerda” que aquí y allí el tiempo se detuvo a las once y diez de la vida. Puedo oler las flores del camerino, el humo que desprende lo efímero, el perfume del esfuerzo en la piel del arte y ese aroma inconfundible que sólo habita en los teatros. Hasta la boca me sabe a aceite y a vino.
Un estremecimiento me recorre cuando el poeta clama al cielo cantando un verso por bulerias y el cielo responde con lluvia de arena seca en el círculo mágico de la tierra destinada para unos pocos, puedo verlo mirando “pa” dentro y de rodillas. ¡Cuánto me agradezco haber venido!.
La última foto es la primera y viceversa, como en las cosas de la vida, todo lo que termina da espacio a un recomenzar. Fernando Terremoto, hijo y padre, nunca antes el retrato de una ausencia causó tan cabal respeto, sólo me sale decir: Silencio.
Esta muestra fotográfica presenta, enmarca y forma parte
de las actividades de la octava edición del ciclo (in)fusión flamenca, que se desarrollará del 11 al 26 de noviembre en el Centre Civic Bèsos y del que daré merecidas cuentas.
...y de sombra.
Sería injusto en este caso hablar de la obra y no hacerlo de su creadora , pues una es consecuencia de la otra y viceversa.
Tardé un minuto el día que la conocí en darme cuenta que estaba ante alguien a quién admiraría siempre, por lo que hace, por cómo lo hace y por cómo es. Una de esas personas preciosas y apreciadas por mucha gente. En la vida y el arte tienes que posicionarte, sentir o entender, Ana es un puente entre ambas. La conozco hace algunos años, no muchos porque ninguno los tiene, aunque soy mayor. Nunca oí hablar mal de ella a nadie, en ningún sentido. Tampoco he visto a nadie ahorrarse un elogio al mencionar su nombre y las personas que han venido a mi por su mediación, sólo me han dado satisfacciones. Ana Palma no se mueve entre las personas, se desliza, es como el aceite de la ensalada. Una mujer excepcional y una gran fotógrafa que ha llegado, siendo muy joven, a dos de las cosas más difíciles de conseguir en esa profesión, que reconozcas una fotografía suya sólo con mirarla, y ser, con la humildad que caracteriza a los grandes, ARTISTA de artistas.
Antonio Zoco
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